Ocurrió hace quince años, en el teatro municipal.
Fue justo antes de un concierto.
Yo había llegado algo borracho y estaba en un
balcón lateral, del que se veía parcialmente el escenario.
Creo que tocaban una sinfonía de Beethoven, pero no
recuerdo cuál.
Algunos músicos ya estaban en sus puestos y hacían
sonar sus instrumentos, antes de empezar.
Entonces junto a mí se sentaron un hombre y su
hijo.
Casi de inmediato, el hombre comenzó a hablarle a
su hijo de la siguiente forma:
Mira,
decía el hombre, esa es la orquesta…
La violinista
tocará el violín, el trompetista tocará la trompeta, los flautistas tocarán las
flautas… ¿Ves a ese hombre que tiene un triángulo en la mano?, pues ese hombre
tocará el triángulo…
Yo escuchaba hablar al hombre y no sabía si estaba
bromeando o si se trataba, sencillamente, de un genio.
Y es que el chico que estaba a su lado era lo
bastante grande como para no necesitar explicación alguna y todo lo dicho, de
cierta forma, parecía innecesario.
De todas formas, mientras el padre seguía con la
explicación, comencé a sentir que más allá de lo absurdo que aquellas palabras pareciesen,
lo que estaba haciendo ese hombre era algo cercano a revelar un misterio… con una
explicación sencilla, digamos, pero que venía a poner orden a todo aquello que
sucedía fuera de nosotros…
El hombre del
bombo tocará el bombo, seguía el hombre,
los que tienen clarinetes tocarán los clarinetes…
Lamentablemente, supongo que debido a mi
borrachera, las palabras del hombre comenzaron de pronto a molestarme, tanto
que tuve que pedir permiso para pasar, junto a él, pues comencé a sentir de
pronto ganas de vomitar.
Fue entonces que, como el espacio era estrecho, el
hombre tuvo que ponerse de pie para que pudiese pasar, y en ese proceso,
resultó que se apoyó de mala forma en el balcón y cayó por él, ante la mirada
sorpresiva de su hijo y la reacción inmediata de quienes estaban en el teatro.
Resumiré diciendo que parte del personal se
preocupó contuvo al hijo mientras que otros se movilizaron para aislar el
sector donde cayó el hombre, hasta que llegaron unos paramédicos, varios
minutos después, y lo subieron a una camilla, y se lo llevaron del lugar.
Con el tiempo, los que me acusaron de haberlo
empujado, no revalidaron sus declaraciones luego que los llamaran a juicio,
por lo que se hizo justicia en lo que a mí respecta.
Y claro, como ese día el concierto se suspendió,
resultó que la violinista no tocó el violín después de todo, por lo que el vaticinio de
aquel hombre falló rotundamente.
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