Cara:
Viene ahora y dice que no lo sabía, pero lo cierto
es que siempre lo supo. Yo mismo se lo dije varias veces mientras se limitaba a
asentir con la cabeza. Por eso es que siento que es correcto lo que le ocurre y
hasta me alegro un poco, aunque no quiera. Y es que ella y su silencio tuvieron
la culpa. Su soberbia, digamos. Eso y su manía de pensar que todo lo externo, resultaba innecesario. En
otras palabras: su porfía en plantear que no debía el centro hacerse explícito, aunque con ello confundamos a los
otros. Por eso es que me alegra, en resumen. Por eso me alegro y no me culpo,
les decía.
Sello:
Ahora bien, debo aceptar algunas cosas. Por
ejemplo, debo reconocer que jugué varias veces siguiendo sus reglas. No porque
me agradara, en todo caso. Tampoco porque fuese conveniente. Simplemente para
demostrarle, en definitiva, que aquello que proponía resultaba insuficiente.
Sacar el centro, me refiero. No referirse a las acciones. Fijarse en definitiva
en las reacciones esenciales que el otro provoca y lanzarlas así, sin mucho
orden. Y el que quiere entender que
entienda, decía ella. Aunque claro… eso decía hasta que le pasó lo que le
pasó. Ahora en cambio está en silencio. Un silencio que es más un enigma que un
verdadero silencio. Y un enigma, en definitiva, que es casi como un dios, como
todo lo necesario y desaparecido, de este mundo.
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