I.
El doctor me recomendó ducharme con agua helada a las doce de la noche.
Eso dijo y luego se rio.
Finalmente, señaló que no era doctor y que olvidara su recomendación.
Por suerte, yo descubrí fácilmente que mentía.
De hecho, bajo el agua fría, comprendí también que eso era lo habitual.
Todos mienten, comprendí.
Todos mienten.
II.
No es tan mala el agua fría.
Ni siquiera a medianoche, resulta tan mala.
Me refiero a que despierta y te obliga a seguir en pie, al menos unas
horas.
Y claro, en esas horas puedes tú leer sin temor al cansancio o a que
alguien te distraiga.
Además, bajo la ducha, nada oyes, salvo el agua.
Yo escuché una voz, sin embargo, una vez.
Pero se trataba de una voz que nada decía.
III.
Quince minutos, dijo el doctor, que debía estar bajo el agua.
Quince minutos, o lo que tardara en rezar once padrenuestros.
Como no uso reloj he tenido que rezar, pero casi siempre pierdo la
cuenta.
Una vez, de hecho, Dios contestó, pero luego dijo que no era Dios y que
no le creyera.
Por suerte, al igual que con el doctor, pude descubrir fácilmente que
mentía.
Todos mienten.
No hay comentarios:
Publicar un comentario