-No es lo mismo un reloj resistente al agua que uno
sumergible –dijo T., visiblemente orgulloso, mientras mostraba su compra-. Ya sabes…
este puede llegar hasta setenta metros bajo el agua...
-¿Y para qué mierda sirve eso? –preguntó F.
-Pues justamente para eso… -siguió T., algo molesto-,
para llegar hasta setenta metros de profundidad sin que el reloj se dañe…
-¿Y por qué tendría que dañarlo la profundidad…? –insistió
F.
-No lo daña la profundidad –explicó T.-, sino la
presión que existe bajo el agua… El punto acá es que se trata de una máquina mejor
elaborada que un simple reloj resistente al agua.
-Pues yo tengo uno resistente al agua y supongo que
con ese me basta… -dijo F.-. Lo he usado en la piscina, en la playa… nunca ha
fallado…
-Pues no es mejor porque no haya fallado –afirmó T.-,
ni siquiera podríamos considerarlo igual… De hecho, es probable que el tuyo se
rompiera incluso antes de llegar a esa profundidad…
-¿Y sabes acaso qué porcentaje de la población ha
estado o va a estar alguna vez a setenta metros bajo el agua? –preguntó F.
-Ese no es el punto –dijo T.-. No has entendido
nada…
-¿La profundidad no es el punto? –lo interrumpió F.
-No. No lo es. La profundidad en sí no es el punto –respondió
T., tajante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario