Me
quedé la última noche viendo
un par de películas en blanco y negro.
Películas
finlandesas, por cierto.
En
idioma original y sin subtítulos.
Si
me preguntan ahora no sabría decir por qué lo hice.
Supongo que quería desconectarme de
todo.
Ver algo que me permitiera estar fuera de
mí, por unas horas.
En la primera película me parece que había
un detective.
No podría asegurarlo, pero eso al menos me
pareció.
Si era así, buscaba un documento que fue quemado
al final, justo antes de los créditos.
La segunda película era de una mujer que
vivía cerca de un puerto.
Vivía
sola, con un perro, hasta que
la culpan y encarcelan por un robo que
no cometió.
Cuando
sale libre, tiempo después, el perro no la reconoce.
No
vi una tercera película porque
ya amanecía y debía escribir un texto.
Este
texto, por cierto, debía escribir.
Así
que intenté volver a mí y así
llegué entonces, exactamente, hasta esta palabra.
Sin
sentir, prácticamente, llegué hasta esa palabra.
Supongo
que en parte se debe a las
películas finlandesas.
Pero también debe haber algo más, que
probablemente no quiero averiguar.
Y
es que el amanecer, incluso,
tiene olor a anestesia.
Quisiera que fuese distinto, pero esa es
la realidad.
Y estoy aquí, simplemente, porque no estoy
en otro sitio.
Todo (tal vez) por un documento quemado.
Todo (tal vez) por un perro que probablemente
no era el mismo.
Todo porque las agujas en la piel, hacen
cada día, menos daño.
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