Necesitábamos grabar una escena corta con un
abuelo, así que debimos organizar un pequeño casting. Filmábamos por cierto un
cortometraje muy malo, que podría clasificarse, con benevolencia por supuesto,
como ciencia ficción. Yo tenía que preocuparme de los diálogos, pero nadie en
realidad quería hacer ajustes al guion original así que nada resultaba cómodo.
Fue entonces cuando realizamos el casting para
elegir al abuelo. Llegaron tres actores. Uno tenía 20 años así que lo echamos
de inmediato. Alegó discriminación y dijo que podía maquillarse y
personificarlo de lo más bien, pero ni siquiera lo dejamos probar. Los otros dos
pasaron por la entrevista y luego tenían pruebas de cámara. A mí me tocó pasarles
unos diálogos y conversé con ellos. Fue el mayor de los dos el que captó mi
atención cuando comenzamos hablar.
-Fui Tarzán -me dijo-. Trabajé como Tarzán en una
serie de películas que filmamos en el amazonas, en los años sesenta. Grabamos
seis. Todavía si me esfuerzo me sale el grito…
-Gracias -le dije-, pero no necesitamos el grito…
me gustaría que pudiera memorizar estas frases… puede aprenderlas mientras y yo
vendré en una hora o cuando usted diga para que podamos grabar…
-Como no teníamos gorilas tuvimos que disfrazar actores… -siguió, como si no me hubiese escuchado-, aunque también utilizamos
monos pequeños, que el director grababa desde cerca, para confundir con la
perspectiva… podía ser falso, pero yo le ponía verdad a todo eso… bastaba con
el grito para que todo pareciera verdad…
Me relajé un poco escuchando a ese hombre, así que
decidí no insistir con lo del casting y dejarlo hablar. Además, apenas me
escuchaba y por lo visto ya estaba decidido que elegiríamos al otro, pues este
no parecía capaz ni de mirar lo que le había entregado.
-En la última película me mordió un caimán… por eso
no grabamos más -continuó-. La herida fue grave y me la curaron unos indios,
poniéndole barro encima. Quedaban por grabar unas escenas pero usaron un doble,
aunque igual era yo el que daba los gritos… Usted debiese dejarme gritar… todavía
me sale…
-¿Quiere gritar como Tarzán…? -le pregunté-. Si de
verdad quiere hacerlo puedo dejarlo.
-Puedo gritar como usted quiera… no solo como
Tarzán… -dijo entonces-, ¿de qué es lo que trataba esto que están grabando?
-Ciencia ficción -le dije-. Algo así como el fin
del mundo. Unos hombres que han logrado sobrevivir a un cataclismo observan de
pronto cómo el universo comienza a contraerse y desaparecer de golpe…
-Pues eso es ideal para un grito -dijo el hombre-.
Yo puedo hacerlo… ¿quiere escuchar?
-Sí -le dije, dejando mis cosas a un lado-. Quiero escuchar.
El hombre entonces respiró hondo. Estaba parado
frente a mí, un poco desbalanceado. Debe haber tenido unos 80 años, calculo. Lo
observé mientras se preparaba, cerrando los ojos. Mientras lo hacía, me di
cuenta que se parecía un poco a mi padre. Poco después, abrió nuevamente los
ojos, levantó la vista al cielo y comenzó a gritar.
Me pareció que todo se detenía cuando comenzó a hacerlo.
No observé nada más. Gritó hasta que pareció no poder seguir, aunque de hecho
puede que haya tomado aire un par de veces mientras lanzaba el grito… Luego se
detuvo, sin más.
Nos quedamos en silencio un rato hasta que él
habló.
-Creo que me voy a ir -señaló-, ¿me acompaña a la
salida?
Yo asentí. Lo tomé del brazo y caminamos hasta
fuera de aquel lugar. Estaba afectado, no me sentía capaz de decir nada. Lo acompañé hasta un taxi, que me pareció lo estaba esperando desde antes.
-El mundo no se acaba -dijo entonces, a modo de
despedida-. Todo está recién comenzando.
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