Se le ocurrió por una pregunta que una niña le hizo
a su mamá, luego de verlo en la fila de la caja en un supermercado. La niña
había preguntado si él era Dios, quién sabe a raíz de qué. La madre la retó y
le dijo que no, por supuesto, pero a él le quedó rondando esa idea. Tal vez soy
Dios, se dijo. Tal vez soy Dios y no lo sepa. Entonces pensó de qué forma podía
averiguarlo. Tras evaluar varias ideas diseñó un pequeño plan. El resumen de
ese plan era el siguiente: iba a morir y resucitar a los tres días. No era una
idea muy original, es cierto, pero no se le ocurrió otra cosa. Conectó entonces
una cámara, en su cuarto, para grabar el experimento. Al mismo tiempo, puso un
sensor en uno de sus brazos y lo conectó para monitorear sus pulsaciones y
presión arterial, para comprobar efectivamente su deceso y -posiblemente-, su regreso
a la vida. Por último, preparó una solución inyectable a partir de pancuronio y
cloruro de potasio, a partir de la cual aseguraría el resultado. Sabía, por
supuesto, que se trataba de un experimento riesgoso, pero desde que la niña
había planteado la posibilidad de su divinidad, él se había convencido de la
necesidad de comprobarla, y la idea de ser Dios y no saberlo ocupaban su mente
casi por completo. Ajustó por lo tanto el sensor en una de sus muñecas;
comprobó el funcionamiento de la video cámara y del monitoreo de sus
pulsaciones. Por último, tomó la inyección y se dispuso a utilizarla. Minutos
después, mientras su cuerpo se ponía rígido y comenzaba a ahogarse, se sintió
seguro de poder despertar después de la muerte. Siempre lo supe, en el
fondo, se decía. Además, si no era Dios, ¿quién era?, se preguntó,
antes de perder la conciencia. Fue entonces que el sensor dejó de marcar
pulsaciones, y el cuerpo cayó al suelo, rígido, contraído sobre sí mismo. Pasó
de esta forma un día, y luego otro. Sin embargo, justo cuando comenzaba el
tercero, ocurrió otra cosa. Una cosa, que, por cierto, no me interesa contar
aquí. Y es que aquello que quería decir, si soy sincero, ya lo he dicho. Eso es
todo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Seguidores
Archivo del blog
-
►
2024
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2023
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2022
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2021
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2020
(366)
- ► septiembre (30)
-
▼
2019
(365)
-
▼
noviembre
(30)
- Cuando volvió.
- Ropas a la lavandería.
- No me va a creer, profe.
- Con una lupa.
- Lo mismo, pero en serio.
- Ella bailaba frente al espejo.
- Se le escapaban las cosas de las manos.
- Trenzas.
- ¿Cuál árbol?
- La cabra.
- Un cuadro con una vaca.
- El joven Hegel.
- Él llegó en moto.
- No querer hablarlo.
- Eastwood.
- Sacando el agua.
- Hoy fue un día soleado.
- Compró un sombrero.
- Papas.
- Una corona al César.
- Ropa sucia.
- Cómo explicarlo.
- Cables.
- Una bandera con dos estrellas.
- Si quiere pasar, pase.
- Falta la silla del profesor.
- El imperio nunca ha dejado de existir.
- Tal vez soy Dios y no lo sepa.
- Doctor San Juan.
- Desconfiar de Felicia.
- ► septiembre (30)
-
▼
noviembre
(30)
-
►
2018
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2017
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2016
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2015
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2014
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2013
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2012
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2011
(365)
- ► septiembre (30)
No hay comentarios:
Publicar un comentario