Él llegó en moto. Ella escuchó el motor y calculó
el momento en que llamaría a la puerta. Todo ocurrió en los tiempos correctos. Entonces
él golpeó la puerta y ella abrió. Saludó y entró a la casa igual que siempre,
pero ella percibió algo extraño. Mientras lo observaba, se dio cuenta que él no
se quitaba todavía el casco. De hecho, parecía forcejear intentando sacárselo,
mientras explicaba que se había trabado una correa. Ella se ofreció a ayudar,
pero él se negó de inmediato. Parecía molesto por la situación así que ella no
insistió. Él fue hasta el baño y ella lo vio intentar cortar la correa con unas
tijeras. Tras intentarlo varias veces, sin conseguirlo, él arrojó las tijeras
al piso. Ella se acercó y pensó en recogerlas, pero entonces notó que él se
había hecho un corte en el cuello, al intentar cortar la correa. No pudo
contener una pequeña exclamación y él pareció molestarse más. Es solo un
corte, dijo él, bruscamente. No es muy profundo. Ella asintió, pero
veía salir bastante sangre así que le dijo que se sentara e intentó, con una
toalla, limpiar la herida y detener la sangre. No es un corte tan pequeño,
comentó ella. Sangra bastante. Él no contestó y se limitaba a echar
hacia atrás su cabeza, para que ella limpiara la herida. Todavía tenía el casco
puesto así que le era molesto realizar el movimiento. Ella, en tanto, miraba en
el espejo la escena que formaban. Se sintió incluso como parte de una imagen de
ciencia ficción, en la que intentaba arreglar un robot que había sufrido un
desperfecto. Voy a aprovechar de poner alcohol, le dijo ella, para
que no se infecte la herida. Él no contestó, pero mantuvo su cabeza en el
mismo ángulo así que parecía aceptar la idea. Ella entonces se acercó con el
alcohol y le desinfectó el corte. No le he visto el rostro, pensó ella. Desde
que llegó está escondido bajo el casco y bien podría ser otro, se dijo.
Justo entonces, mientras ella comenzaba a dudar de aquello que ocurría, él se
quejó en voz alta. No sé qué hacer, se dijo. No sé que hacer con todo esto,
repitió.
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