Como no encontramos otra cosa lo amarramos con los
cables. Nos costó, pero al final usamos el del computador que está en la pieza
chica, el de la aspiradora y dos alargadores que se ocupaban en el living. Tuvimos
suerte que no se despertara mientras lo hacíamos porque si no hubiésemos tenido
que volver a pegarle en la cabeza y es posible que se nos hubiese pasado la
mano. Es difícil calcular esas cosas. Ya con los golpes que le dimos le
habíamos hecho sangrar bastante y nos había tenido asustados un momento, aunque
comprobamos que todavía respiraba antes de amarrarlo. La herida más grande se
la había hecho en la frente, donde le quedó una especie de corte que llegaba
hasta el lado de un ojo así que preferimos dejarlo boca abajo para no tener que
ver esa herida, que no dejaba de sangrar. Además, le habíamos pegado un par de
veces más, en el suelo, por si acaso, pero fueron golpes secos, que lo hicieron
sangrar de un oído, nada más, según nos fijamos. Fue entonces que llamamos a
nuestro tío para decirle lo que había ocurrido y él nos dijo que lo esperáramos
y que lo amarráramos mientras, advirtiéndonos que no llamáramos a los
carabineros porque estas cosas pasan en las familias y hay que arreglarlas de
esa misma forma. Lo de llamar al hospital, si era necesario, lo iba a hacer él
mismo, cuando llegara, en unos veinte minutos más. Luego nos preguntó por mamá
y nos recomendó que uno se quedara acompañándola, en la pieza, y el otro cuidando
el cuerpo amarrado, por si despertaba y se quería soltar. Como ambos
preferíamos quedarnos junto al cuerpo lo echamos a suerte, pero me toco perder,
así que ahora estoy en la pieza, mirando a mi mamá, que sigue sin darse cuenta
que yo entré y está sentada en la cama mirando hacia otro lado. Yo nunca sé qué
decirle en estos momentos así que mejor no digo nada. Cuando llegue nuestro
tío, él sabrá. Como se me ocurren ideas tontas mientras miro las cosas, mejor cierro
los ojos. Entonces trató de imaginar que estoy solo en esta casa y que todos
los demás son fantasmas y que nada de esto ha ocurrido, realmente. Cuando pequeño,
lo hacía al revés, y pensaba que yo mismo era el fantasma que rondaba por la
casa, pero eso resultaba mucho más triste. Solo tengo que hacerlo hasta que
llegue mi tío, en todo caso, luego él sabrá qué hacer.
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