I.
Si quiere pasar, pase.
Si quiere salir, salga.
El punto es que no huevee si su objetivo no es
hacerlo.
No es una petición; son mis reglas.
Usted verá qué es lo que hace.
II.
Escribí lo anterior en un cartel y lo pegué en mi
puerta.
Obviamente la dejé entreabierta.
Sin embargo, no faltó el hueón que leyó el cartel y
golpeó la puerta.
No pensaba acercarme, pero escuché que alguien
gritaba desde fuera:
¿Y si mi objetivo es huevear, qué hago?,
preguntaba.
III.
Haga lo que está haciendo, debí decirle,
pero en vez de aquello me quedé en silencio.
Sin hacer ruido y esperando a que se fuese, el
dueño de esa voz.
Entonces pasaron unas horas y entró alguien por esa
puerta.
Quise pasar y pasé, me dijo. Para estar
más cerca de la verdad.
Yo no tengo verdad alguna, le dije, solo
reglas, pero si quiere seguirlas son suyas. No hay problema.
IV.
A esa persona la siguieron otras, en los días
siguientes.
Todas venían buscando algo, pero se conformaban con
seguir reglas.
Sentían que las mías les daban libertad, según
decían.
Faltaban otras, reclamaban, pero entonces, tras el
reclamo, simplemente se iban.
Yo mismo, debo reconocer, estoy desde hace un
tiempo funcionando de esa forma.
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