Acostumbró a su perro a andar en dos patas.
Primero fue la gracia de un momento, pero luego el
perro se acostumbró a hacerlo por sí solo.
No siempre, es cierto, pero al menos lo hace todo
el tiempo al interior de la casa.
El perro se llama Gastón.
Camina chistoso y parece una especie de mayordomo
preocupado, aunque inútil.
Se mueve de un lugar a otro, pero es evidente que no
tiene en la casa una labor concreta.
Tiene un plato con agua y otro con comida sobre una
mesita, para que coma y beba de pie.
También tiene un par de cojines, para que descanse.
Prácticamente no ladra y mantiene por lo general una
apariencia seria.
Nada de sacar la lengua ni andar babeándose encima.
Cuando vienen visitas acostumbran ponerle una
corbata tipo humita, para que su gracia sea más vistosa.
Y puede sujetar una pipa en el hocico, así que de
esa forma suelen siempre fotografiarlo, o grabar algún momento.
Como ellos no tienen hijos algunos dicen que Gastón
es como el hijo que nunca tuvieron.
Y aunque algunos lo piensan, nadie se atreve a
decirles que el perro, en dos patas, es también como el amor que nunca
tuvieron.
A veces creo que Gastón se los diría, si es que
supiese hablar.
Pero hasta el momento, al menos, solo le han
enseñado a andar en dos patas.
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