Era algo así como un experimento.
Debíamos tomar el tiempo que se demoraba en hervir
cierta cantidad de agua.
Bajo distintas fuentes de energía debíamos hacerla
hervir.
Carbón, madera, gas natural, electricidad y algunas
otras.
Luego debíamos variar la cantidad de aquellas
sustancias.
Y volver a anotar, por supuesto.
Recuerdo que había que utilizar algunas fórmulas, incorporando
datos.
Y verificar que la temperatura inicial del agua
fuese siempre la misma.
Ya habíamos hecho hervir un par cuando nos complicó
algo bastante básico.
Qué hacer con el agua hervida.
Detuvimos los experimentos para plantear la situación.
Guardamos un poco en un termo, y nos preparamos café,
mientras decidíamos.
Y es que no queríamos botar el agua recién hervida.
No nos planteamos el porqué, pero coincidimos en ello
casi de inmediato.
Además, cada prueba debía ser realizada con un
litro de agua.
Esa era parte de las indicaciones.
Y sacando cuentas, debíamos hacer hervir poco más
de cuarenta litros.
La situación era incómoda.
Ni siquiera ahora le veo mucho sentido, pero
supongo que intuíamos, de cierta forma, el desperdicio de energía.
Entonces terminamos el café y miramos los escasos
apuntes.
Resolvimos un par de fórmulas.
Y completamos la primera hoja del informe.
Por último, echamos a suertes quien terminaba el
informe e inventaba los datos.
Perdí yo, por supuesto.
Luego no hicimos nada más.
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