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Parece mentira.
Pero yo digo que es cierto.
El núcleo de la acción que parece mentira es que me
llega a casa una nota manuscrita.
Aunque claro, dicho así parece todo sencillo.
Sin embargo, se agregan otras consideraciones.
Nombraré 2.
1. La nota me la entrega un supuesto hombre al que
pagaron para entregármela.
¿Cómo ocurrió?
El hombre me encuentra mientras jugaba al fútbol
con unos amigos.
Como soy lo suficientemente malo y viejo como para
que se trate de un veedor internacional, sospecho lo peor y huyo del lugar,
para refugiarme en casa.
Es entonces que el hombre llega hasta mi puerta y
me cuenta que le pagaron para entregarme esa nota.
No agrega nada más y me la entrega.
Yo la recibo.
El hombre se va.
2. El contenido de la nota es extraño.
Está en inglés y escrito a mano, con la letra que
podría ser de un niño.
Dice así:
Mr. Vian, you
ought to be president of the United States!
Y bien, pienso yo, alguien cree que merezco ser el
presidente de los Estados Unidos.
No sé si tomarlo como un halago o como una ofensa.
Nada más dice en aquella nota.
(Hasta aquí la segunda consideración).
¿Parece mentira…?
Pues da lo mismo si lo parece, pues yo digo que es
cierto.
Y eso, por supuesto, debiera bastar.
Aun así, para comprobar su certeza, había
pensado fotografiar la nota.
De hecho lo hice, pero ahora no deseo adjuntarla.
Además, sé que poco les importa –en el fondo-, si
aquello es cierto.
Y es que si me conocen saben –espero-, que siempre
estoy hablando de otra cosa.
(Y esa otra cosa es hermosa, y brilla, y es profundamente importante).
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