I.
Caminando por una montaña me encontré con una
lápida sencilla.
En ella se leía: “Aquí yace Betty Brown”.
Salía una fecha de nacimiento y una fecha de
muerte.
No había una flor cerca ni rastro alguno que
hiciera suponer que alguna vez la hubo.
Tampoco había segundo nombre ni segundo apellido.
Simplemente las palabras: “Aquí yace Betty Brown”.
II.
Dormí cerca del lugar dos noches.
No se apareció Betty Brown.
De hecho, no me encontré con nadie, salvo con un
arriero al que le pregunté si sabía algo de la lápida.
Me dijo que no, aunque sí sabía que habían cambiado
la lápida una vez, y que al parecer cambiaron la fecha de muerte.
La fecha de muerte actual era el 11-4-2007.
No se acordaba por supuesto, cuál era la fecha
anterior.
III.
Ya de regreso en el
pueblo, bajo la montaña, intenté indagar un poco más.
Casi nadie sabía de la lápida, por lo que debía
mostrarles la foto que tomé en el lugar.
Finalmente, una mujer que vendía choclos me indicó
una casa, casi en las afueras.
Me dijo que ahí vivía desde hacía mucho una gringa, y que tal vez ella pudiese saber
algo.
IV.
La gringa que vivía en a casa a las afueras del
pueblo, debe haber tenido fácil noventa años.
Apenas se asomó por la puerta, apoyada en un bastón,
muy encorvada.
Tenía algo extraño en su postura, pero no podría
explicar qué.
Intenté mostrarle la imagen y preguntarle, pero no
daba luces de entender nada.
Finalmente, cuando ya me iba, ella dijo en voz alta,
con un acento extraño:
-Aquí yace Betty Brown.
Yo pensé que iba a decir algo más, pero simplemente
regresó dentro y cerró la puerta.
Pensé en insistir, pero no lo hice.
Mejor que descanse, Betty Brown.
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