Cuando se levantó del suelo notó que le habían
quitado los zapatos, la chaqueta y el celular. De paso se percató que le
sangraba una oreja. Como estaba cerca de casa caminó hasta ella y una vez
dentro fue hasta el baño y se miró en el espejo. La sangre le manchaba la
camisa y al parecer seguía brotando, pues sentía algo tibio y húmedo bajando
por el cuello. Debían ser las dos o tres de la madrugada cuando encontró el
cargador de un teléfono viejo y se decidió a llamar a urgencias. Lo atendió una
voz femenina. La voz le dijo que se llamaba Tania y le preguntó qué le ocurría.
-Me sangra una oreja -dijo él-. Me golpearon hace
unas horas y me sangra una oreja.
-¿Desde dentro o desde afuera? -preguntó la voz que decía llamarse Tania.
-¿A qué se refiere? -preguntó él.
-Le pregunto si es una herida superficial o si es
algo más serio...
Él seguía sin comprender así que guardó silencio.
-¿Sabe si la sangre sale desde un corte o la sangre
viene desde dentro...? -intentó explicar ella.
-Pues no sé... -dijo él-, pensé que la sangre
siempre venía desde dentro.
Ella sonrió al otro lado del teléfono, pero él no
podía saberlo.
-¿Está mareado? -preguntó entonces-. ¿Ha perdido el
conocimiento en algún momento? ¿Cuál es su nombre y dirección?
Él fue contestando cada una de esas preguntas y
ella al parecer tomaba nota.
Minutos después ella le informó que habían enviado
una ambulancia y que llegaría en un cuarto de hora, aproximadamente.
-¿Sigue saliendo sangre? -preguntó ella.
-Sí -dijo él, aunque ya no la sentía bajar por su
cuello, como antes.
-¿Seguimos hablando hasta que llegue la ambulancia?
-preguntó entonces ella.
-De acuerdo -dijo él.
Y eso hicieron, por supuesto.
Poco después llegó la
ambulancia.
Y luego no volvieron a hablar.
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