La hija de Marcia es pequeña y no deja de hablar,
mientras almorzamos, respecto a un policía que ella vio que
estaba llorando.
-Yo también he visto carabineros raros –le digo-.
Una vez vi uno que era rubio.
La hija de Marcia parece no escucharme y sigue con
el tema.
No tiene más de cinco años y lo vio cuando salió
con su papá hace un par de días.
Desde entonces ya ha hecho dibujos y hasta me ha
pedido que le cuente una historia sobre ese carabinero.
-Es solo un carabinero que llora –le digo yo-.
Ponle el traje verde a cualquier hombre que llora y ya tienes un carabinero que
llora.
-¿Era un hombre que lloraba disfrazado de
carabinero? –me pregunta entonces.
Yo lo pienso un rato y luego evito problemas.
-Exacto –le digo-. Era un hombre que lloraba y que
se disfrazó de carabinero.
-¿Con pistola y todo? –insiste ella.
-Era de plástico –le digo yo-. No era una pistola
de verdad.
-Pero el llanto –dice ahora la hija de Marcia-,
¿era real el llanto?
-¿Me preguntas si en realidad era un hombre que no
llora disfrazado de un carabinero que lloraba?
-Sí –dijo ella.
-Pues no sé –dije yo-. Piensa que tienes la
oportunidad de elegir lo que quieras creer respecto a ese hombre.
-¿Yo elijo? –pregunta ella.
-Exacto –digo yo.
Ella se queda en silencio, pensativa.
-¿Y qué eliges? –la apuro.
-No sé bien –dice ella-. ¿Qué crees tú que duele
menos?
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