Mauricio me cuenta que su padre trabajaba de mago.
Él lo acompañaba cuando era pequeño y hasta participaba en algunas de sus
actuaciones. Al parecer no se trataba de grandes actos, pero al menos le
alcanzaba para ser el número central en algunas fiestas de cumpleaños o en
celebraciones de pequeñas empresas. Fue en una de esas actuaciones cuando el
padre de Mauricio murió mientras realizaba un truco. Al parecer, debía tomar
varios litros de agua a una gran velocidad, como parte de uno de sus números.
Mauricio no lo comprende muy bien, pero al parecer murió simplemente por eso.
Por tomar demasiada agua en pocos segundos. Es decir, no hubo accidente ni
truco en aquella muerte. Solo un riesgo innecesario, digamos. Una muerte y nada
más.
Luego de esa muerte Mauricio se fue a vivir con sus
abuelos. Y es que su madre se enojó tanto por la muerte de su esposo que no
podía evitar sentirse molesta también con su hijo, al que culpaba de haber sido
colaborador y cómplice en esa especie de abandono.
Tal vez por lo mismo, la madre de Mauricio terminó
por salir del país con una nueva pareja y dejó definitivamente a su hijo para
que viviera junto a sus abuelos, comprometiéndose a llamar al menos para su
cumpleaños y enviar regalos para navidad.
Mauricio me cuenta que su madre ha cumplido al
menos con eso, desde entonces, aunque agrega que incluso su padre se le aparece
más que ella, desde que murió.
Cuando se le aparece, su padre está siempre con un
vaso de agua en una mano, vestido con sus atuendos de mago. No le dice nada,
pero al menos lo acompaña sin molestarlo ni aburrirlo en lo absoluto.
A veces, mediante movimientos, Mauricio me cuenta
que su padre intenta enseñarle algunos trucos, pero él se niega rotundamente.
Ni accidentes ni trucos, vuelve a decir Mauricio,
al terminar. La vida es la vida y la muerte es la muerte y no hay más.
Luego se va a hacer otras cosas hasta que
desaparece su padre.
No creo, por cierto, que haya comprendido su
mensaje en lo absoluto.
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