I.
No sé si ustedes se han encontrado un muerto.
Yo una vez me encontré dos.
Fue cerca de Alto Hospicio, en un sector bastante
alejado de la zona residencial.
Estaban sentados, apoyados contra una pared que se
encontraba en medio de un lugar desierto.
A uno de los cuerpos se le había acercado un pájaro
a picotearle el rostro.
El otro estaba un poco caído, hacia un costado.
Los miré por largo rato, esperando a que
reaccionaran.
Pero por supuesto no lo hicieron.
Y claro, fue recién en ese instante que me di
cuenta que estaban muertos.
Los dos.
II.
Uno de los cadáveres correspondía a un viejo.
El otro, al parecer, a un adolescente.
Ninguno tenía señales de violencia salvo la piel
reseca, dañada por el sol.
Observé entonces el lugar, con ánimo de investigar.
No encontré pertenencias cerca de los dos cadáveres.
Hasta ahí duró mi investigación.
El resto era especular.
III.
Como no usaba celular y no tenía cómo avisar a carabineros
u otras autoridades, me quedé a solas con los dos cuerpos, en medio de la nada.
Así, pasó todo un día, hasta que me acostumbré a su
presencia y comencé a cavar.
Improvisé una pala con un trozo de latón que
encontré en las cercanías.
No lograba avanzar prácticamente nada.
Por lo mismo, finalmente, los volví a su situación
inicial.
Un día después, di aviso anónimo a carabineros,
quienes fueron al lugar y recogieron los cuerpos.
En los periódicos de la época se habló de un solo
cuerpo: el del viejo.
IV.
A lo que más se parecían los muertos era a los
vivos.
Ese fue un apunte que hice en una libreta, que
usaba en ese entonces.
No sé bien a qué apuntaba o si simplemente era una
frase cualquiera.
El caso es que llené varias hojas con apuntes, en
esa ocasión.
Lamentablemente, fui lo suficientemente cobarde
para no preguntar nunca por el cuerpo más joven.
Por lo mismo, no veo en los apuntes, nada que sea
de real importancia.
V.
Nunca más he vuelto a encontrar un muerto.
Me fijo siempre, en todo caso, cuando encuentro
gente en el suelo, o dormitando por ahí.
Y es que me ha quedado impreso firmemente el recuerdo de lo ocurrido en aquel entonces.
A pesar de esto, sin embargo, el rostro del cadáver joven, lo he olvidado.
Y hasta debo reconocer que he llegado a poner en
duda, si realmente encontré uno o dos cadáveres, en esa ocasión.
A lo que más se parecen los muertos es a los vivos,
les contaba que anoté en esa ocasión.
Tal vez debí anotar que a lo más que se parecen los
vivos es a los muertos.
Y es que sospecho que ahí habría estado la clave de
lo que sucedió realmente.
Si es que a alguien le hubiese importado comprenderlo, por supuesto.
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