I.
-¿Y cómo hago para llegar?
-Para llegar simplemente tienes que seguir el
camino, siempre derecho.
-¿Este camino?
-Claro. Solo hay un camino.
-¿Y cuánto crees que faltará para llegar?
-Depende de la marcha. De la convicción de la
marcha. Y de lo que lleves contigo.
II.
Siempre me ha gustado caminar.
Ir hacia algún lado, en todo caso.
Pasear me cuesta.
Casi siempre llevo un libro.
Hoy por ejemplo salí a caminar y llevé Canadá, de
Richard Ford.
Ni siquiera lo leí, durante el camino.
Tampoco hice una pausa para leerlo.
Pero cargué su peso mientras caminaba y el libro
estuvo conmigo.
No miento si digo que siento la experiencia como
una forma de crear lazos.
Llevarlo con cuidado, claro, como algo valioso.
Luego, después de ducharme, lo leo ya en casa, sin
apuro, algo cansado.
El afecto es distinto cuando lo leo de esa forma.
Y es que el libro se ofrece y yo me ofrezco a él,
como si nos hubiéramos domesticado.
El amor mismo, pienso ahora, no debe andar muy
lejos de estos sitios.
III.
Tengo un hijo.
Ya son muchos los veranos que acampamos juntos y
salimos a caminar por lugares que se han transformado en un camino.
A veces, ya en Santiago, me acompaña a trámites
bastante fomes, tal vez por cumplir.
Podemos ir en silencio, pero quiero pensar que ese
cumplir que lo lleva a acompañarme, es un cumplir nacido del corazón.
Y es que ese es el único camino que ha de
llevarnos, finalmente, a algún sitio.
Lo demás depende simplemente de algo que se dijo al
principio.
¿Recuerdan qué era?
Yo los ayudo:
Depende la marcha. De la convicción de la marcha. Y
de lo que lleves contigo.
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