Da lo mismo quién lo resuelve… si quieres puede ser
Superman. El punto es que el supervillano del que hablo realiza una maldad
extraña. Un tipo de acción que incluso podemos poner en duda que se trata de
una maldad, propiamente tal. Me refiero a que, por ejemplo, este supervillano
elige dos ríos con caudales similares, y entonces, con un extraño poder, y sin
que nadie lo note, cambia el agua de esos dos ríos. Y claro, el supervillano se
pone a observar al día siguiente su fechoría y disfruta viendo cómo los hombres
de ambas ciudades donde fluyen los ríos equivocados siguen su vida sin saber
que su verdadero río, el que los ha acompañado por cientos de años, ya no está
ahí.
Ahora bien… imagina que ahora, justo en ese instante
cuando el supervillano arroja carcajadas de triunfo, el súper oído de Superman
lo percibe y va hasta el lugar e intenta descubrir lo sucedido. Sobrevuela la
ciudad, revisa con su vista especial hasta los lugares más secretos donde pueda
existir alguna bomba o se desarrolle un plan que justifique la risa malévola
del supervillano. Pero claro, no encuentra nada.
No sé si se entiende… pero me refiero a que esa
maldad –que puede ni siquiera ser maldad, finalmente-, es la que constantemente
no puede ser vencida por superhéroe alguno. Y aunque el ejemplo parezca algo
improbable, lo cierto es que opera todo el tiempo en distinto orden de cosas.
Usted lo sabe, de cierta forma.
No lo niegue.
Una vez cambiamos de curso a las melli. Estefania que estaba con nosotros se fue al A, y se vino la Bárbara al B, no recuerdo si nos pillaron o no, pero hasta el recreo fue todo risas, como las del supervillano, pero versión mini y multiplicadas.
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