I.
Escucho a unas chicas hablar sobre la necesidad de
encontrar su lugar en el mundo.
Lo dicen seriamente, por cierto, aunque la
conversación es breve y cambian de tema con facilidad.
Yo, que iba leyendo a la Yoshimoto, me quedo
pensando en la frase.
II.
Por la tarde sufrí a unos tipos que hablaban de
Borges.
Se llenaban la boca de Borges, como si hicieran
gárgaras.
-¿Y qué te dice a ti, Borges…? –le pregunté a uno,
tras escucharlo un rato.
-Bueno, Borges dice que… -intentó responder.
-No, no que dice… que te dice a ti… -lo interrumpí.
Nadie pudo contestar a esa pregunta.
Entonces fue que me acordé de la Yoshimoto.
III.
Años atrás no sé si me habría gustado la Yoshimoto.
Ahora, en cambio, siento al leerla como si me llevasen
agua fresca.
Una belleza sencilla, digamos.
Bondad.
Amor por los personajes, por el lenguaje y hasta
por la vida entera.
Tristeza y alegría en cada sorbo de agua.
Honestidad.
IV.
Se me olvidó comentar que las chicas que hablaban
sobre encontrar su lugar en el mundo,
lo hablaron breve, pero seriamente.
Y en tanto, leyendo a la Yoshimoto, sentía que el
corazón se reubicaba en el sitio correcto, de una manera natural.
Quizá no me ocurrió tan así con N.P., ni con Kitchen, ni con Amrita…
pero Sueño profundo y Recuerdos de un callejón sin salida, no
dejan espacio para la desconfianza.
Y es que resulta imposible no sentir que ella
misma, a partir de la escritura, encontró su lugar en el mundo.
Y desde ese lugar, nos habla con cercanía, a todos
nosotros.
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