No sé dónde vive, pero supongo que
pone el despertador a las seis y se levanta casi de inmediato. Lo imagino
preparando un desayuno sencillo y buscando una chaqueta gruesa. Y es que a las
siete, siempre está cerca del hombre de los periódicos, sentado en una silla de
plástico y observando a la gente que pasa hasta le estación de metro que hay a
unos cuántos pasos.
Nunca lo he visto hablar con nadie.
Simplemente observa los grupos de personas que se acercan al semáforo para ir
hasta el metro, o aquellas otras que esperan micro en un paradero.
Con el tiempo, me he ido fijando que
el hombre hace esto solo en las horas punta. Tanto en las mañanas, como por las
tardes. Siempre sentado en su silla de plástico. Siempre sin nada en las manos.
Únicamente observa, y hasta parece contento.
Pasadas estas horas, cuando la
aglomeración disminuye, el hombre suele pararse de la silla e irse caminando
del lugar. Esa es su rutina.
El hombre de los periódicos, si bien
no es amigo de ese hombre, me comentó que una vez le confesó el porqué de su
rutina.
-Ver a la multitud lo tranquiliza –me
dijo el hombre de los periódicos-. O al menos eso me comentó él.
-No ser parte de la multitud debe ser
lo que tranquiliza –comenté yo.
Camino a la panadería, cerca de mi casa, hay un hombre que también se sienta en una silla plástica, pero para ver a los automóviles pasar. Se instala en una esquina. Está ahí todo el día. Es un hombre mayor. Siempre me saluda...
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