Leo un cuento tradicional marroquí donde un hombre
cambia a su mujer por dieciséis camellos.
En dicho relato, el hombre celebra haber hecho un
buen negocio pues ya estaba cansado de su mujer.
Así, para celebrar la transacción, el hombre hace
una gran fiesta a la que invita a sus amigos, que también ven como una posibilidad
hacer una transacción parecida.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, el hombre
se va dando cuenta que no saca ningún provecho concreto de los camellos, y que,
contrariamente a lo que pensó en un primer momento, estos solo le ocasionan
nuevos gastos.
Es entonces que, para satisfacer estos gastos, el
hombre se ve obligado a vender sus pertenencias, pues necesita alimentación
para los camellos y hasta pagar a un curandero porque uno de los animales estuvo
a punto de morirse.
Así, tras unos meses con los animales, se menciona
que al hombre solo le quedaba su biblioteca, como única posesión.
Y para colmo de males, señala el texto, a los camellos
les gustaba hacer ruido por las noches, por lo que el hombre sufría de insomnio
y se dedicaba, casi todo ese tiempo, a ordenar su biblioteca.
De ahí en más el texto cambia, y pasa a desarrollarse
como esas típicas narraciones enarcadas, pues el hombre de los camellos
comienza a narrarle a sus animales, noche tras noche, algunas de las historias
de sus libros.
Luego, para más detalle, el hombre logra
identificar qué tipo de lecturas le gusta a cada uno de los dieciséis camellos.
El más grande y respetado de todos, por ejemplo, le
gustaba que le leyeran el Corán.
Por último, cuando hubo terminado de leerles los
libros, el hombre decide venderlos y crear él mismo sus historias. Una cada
día, para que los camellos estuvieran satisfechos.
Y claro… yo no sé si el texto me está hueveando, o
simplemente se trata de una serie de coincidencias, pero lo cierto es que me
inquieto un tanto y dejo hasta ahí ña lectura.
.Afuera, tras la ventana, además, ya comienzan a
verse siluetas extrañas.
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