“Esa noche tampoco pasó nada,
como de costumbre,
y mi corazón no se encendió
en absoluto”
B. Y.
Alguien puso un cerebro
dentro mío.
Sin pedir permiso,
me refiero.
Alguien puso un cerebro
dentro mío.
Y no es que lo ocupe mucho,
pero hay algo en su manía de creerse el jefe
que me tiene harto.
De hecho,
a veces tomo alcohol
solo para cabrearlo.
Y es que no para de hablarme
y sacar cálculos
y repetirme una y otra vez
que algunas de mis acciones
no persiguen beneficios concretos
ni se explican por lógica alguna.
Alguien puso un cerebro
dentro mío.
Y la voz de ese cerebro
era tan fuerte,
que fue opacando poco a poco
a todas las otras voces
que habían estado desde antes
en mi interior.
Alguien puso un cerebro
dentro mío.
De hecho,
a veces ya borracho
sigo tomando alcohol
para cabrearlo más.
Con todo,
el hueón se recupera
sin mayores complicaciones,
y yo entonces intento dejarlo fuera
de las acciones que,
profundamente,
me importan.
Y es que alguien puso un cerebro
dentro mío.
Además, por si fuera poco,
ni siquiera me enseñó la forma
de poder desconectarlo…
Alguien puso un cerebro
dentro mío.
Puso un cerebro y
desde entonces,
todo el resto de mí
parece pedir permiso para existir.
Permiso para sentir,
para desear,
y hasta para permanecer ahí
silencioso,
mientras la vida avanza,
nos confunde
y luego se desvanece…
Alguien puso un cerebro
dentro mío
y mi yo verdadero se aisló
en algunas zonas pequeñas
dentro de mí.
Alguien puso un cerebro
dentro mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario