I.
Hace algunos años fui a un oculista.
No acostumbro a ir a médicos, pero esa vez era una
excepción, pues había recibido un golpe y podía resultar peligroso.
Sin embargo, más allá de la anécdota del golpe, el
doctor me habló de algo que me pareció más interesante.
-Tiene usted un punto ciego –me dijo esa vez.
Y claro… yo le pedí que me explicara.
Entonces, tras los resultados de ciertos exámenes,
el oculista me mostró una especie de plano donde me indicaba un sector que
constituía mi punto ciego.
-¿Ese es mi punto ciego? –le pregunté al doctor.
-No –dijo el doctor-, he apuntado al lado. Usted no
vería nada si hubiese apuntado a su punto ciego.
Yo asentí entonces, algo asustado.
II.
En la siguiente visita, sin embargo, el doctor
intentó tranquilizarme.
-No es producto del golpe –me dijo esa vez-. Además
todos tenemos un punto ciego.
-¿Cómo…?
-Le digo que todos tenemos un punto ciego –continuó-.
Pero no es tan grave... además nuestro cerebro se adapta a ello y nos muestra
un todo sin fallas aparentes… aunque es cierto, el punto ciego existe… y eso es
algo que no vemos…
-¿O sea que en este momento hay algo frente a mí
que no logro ver…?
-Exacto, pero se trata más bien de algo pequeño…
posiblemente sin importancia…
Yo le quedé dando vueltas al asunto.
Entonces el doctor me apuró y me dijo que si no
tenía otro bono, mejor volviese otro día.
Eso hice.
III.
Fue así que volví con el doctor a los pocos días.
En el intertanto, había considerado algunas cosas
que quería preguntar.
-¿El punto ciego también afecta a los libros? –le pregunté,
apenas entré a la consulta.
-No –me dijo- los libros no tienen ojos.
Volví a intentarlo.
-Me refiero a que si en los libros también dejo
algo afuera –le expliqué-, cuando los leo… ¿hay algo en la página que no pueda
ver?
-Por supuesto –me dijo-. Pero a todos nos pasa lo
mismo.
Yo asentí.
-El cerebro, sin embargo, -continuó-, para ocultar
las fallas, rápidamente corrige la redacción por si la palabra afectaba al todo…
-¿Y usted me podría decir, por ejemplo, cuál es la
palabra que me falta en este libro, por ejemplo…?
-Puedo, pero no quiero –agregó-. Tal vez con otro
bono y otra atención…
Yo asentí.
No volví a ir, sin embargo.
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