El personaje tenía una pistola de rayos. Venía de
una galaxia lejana, según se contaba en el primer número, y manejaba con una
nave pequeña, además de tener otras ventajas físicas a partir de la menor
gravedad de nuestro planeta.
Yo alcancé a comprar diez de los doce números que
vendieron en Chile y lo que más me llamó la atención fue su pistola de rayos.
La llevaba siempre en una cartuchera metálica que sujetaba a su cinturón. Aparentemente
desintegraba aquello a lo que disparaba, haciéndolo desaparecer de inmediato.
Sin embargo, en uno de los números, se mencionaba que en realidad no se trataba
de una desintegración, sino más bien de una teletransportación, que llevaba
aquello a lo que se disparaba a otro lugar, muy distante, por lo que no valía
la pena volver a preocuparse más, ni dar detalles al respecto.
Dentro de los diez capítulos que yo tenía había
visto como el personaje había disparado a varias cosas. Nunca a un ser humano,
sin embargo, aunque sí a un animal peligroso -un tiburón, según recuerdo- en la
revista tres. Postes de luz, un árbol que obstruía el paso, un montón de
chatarra espacial… a cosas de ese estilo le disparaba, generalmente porque obstaculizaban
o dificultaban la movilidad, mientras perseguía a algún maleante o a una banda
organizada. Por ejemplo, recuerdo unas viñetas en que el personaje disparaba a
un semáforo, ya que estaba en rojo y él no podía esperar la luz verde mientras
el maleante al que perseguía se alejaba.
Mientras leía las revistas, por mi parte, me imaginaba
el lugar a donde iban a parar todas esas cosas a las que el personaje había
disparado. Pensaba en una especie de planeta desierto, donde se iban
amontonando, sin más. Quise hacer una historia con eso, pero lo cierto es que no
resultaba muy entretenida. Y es que, a final de cuentas, era solo una historia
de cosas. En el mejor de los casos un tiburón aleteando sobre el suelo,
mientras moría, frente a un semáforo en rojo y un montón de cosas más.
Aún así, recuerdo que recorté de las propias
revistas, los dibujos necesarios para hacer mi historia. Y fui creando con
ellos ciertas secuencias, en viñetas que parecían más bien una línea temporal. Y
es extraño, porque hoy ni siquiera recuerdo el nombre del personaje, ni contra
quién se enfrentaba, pero la imagen de la pistola de rayos y de todas esas
cosas desaparecidas y aparecidas en otro lugar sigue clara ante mí, aunque sin
todavía revelar, de cierta forma, todo su significado.
Hacer el collage propio, por supuesto, con aquellas
cosas a las que uno mismo le ha disparado sería tal vez un mayor desafío.
Aunque si soy sincero, me encuentro demasiado rodeado de cosas a las que nunca
he querido disparar. Y mi pistola de rayos, en este sentido, probablemente sigue intacta.
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