Siempre que pasábamos la octava cerveza nos
quedábamos en silencio, hasta que ella lanzaba una pregunta que aparentemente
no venía a cuento.
-¿Sabes por qué Caballo Loco tatuó unos rayos en
las orejas de su caballo? -preguntó esa vez.
-¿Caballo Loco? ¿De qué estás hablando…? -dije yo.
-Caballo Loco, el jefe Sioux… no me digas que no lo
conoces…
-Sí… o sea, ahora recuerdo quién era… pero no
entiendo la pregunta… ´
-Te pregunto si sabes por qué Caballo Loco tatuó
unos rayos en las orejas de su caballo…
-¿Es un chiste…?
-No. Una pregunta, nada más. ¿Sabes o no sabes?
-No... No lo sé -admití.
-Lo hizo para acordarse de no detenerse a recoger
el botín de la batalla… Él creía que siempre ganarían si eran capaces de atacar
y no detenerse a recoger objetos de valor y perdieran de vista lo importante…
-¿Y los rayos en las orejas…?
-Le servían para eso, para que le recordaran que no
debía detenerse por el botín…
-Ya… -dije yo, sin saber qué agregar.
Nos quedamos nuevamente en silencio, por un rato.
-Pero tú no tienes caballo -agregó ella,
repentinamente.
-No -admití-. No tengo caballo.
-Ni tampoco botín -dijo entonces, riendo.
-Tampoco botín -reconocí y me dio risa también.
Luego pedimos la novena cerveza.
Y así era, más o menos, como pasaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario