I.
Subimos un gran Quijote de metal por escaleras
angostas. Lo llevamos hasta un lugar más cerrado, pero en el que probablemente
se encuentre a sus anchas. Nos costó bastante, pero al final solo quedamos con
un poco de dolor de espalda y unos pequeños cortes en las manos. Nada grave,
por cierto. En el proceso se desordenaron otras cosas y, como siempre, se
agregaron pendientes a la lista. No son tantos, de todas formas. Sumando y
restando puedo decir que valió el esfuerzo. Después de todo, que alguien encuentre
su sitio no es poca cosa, hoy en día. Yo mismo, si soy sincero, sigo con la
esperanza de alguna vez, encontrar el mío.
II.
En la mañana había salido a dejar unas cosas. Una
salida breve, por supuesto, pues la situación no da para más. Ya en el lugar, me
quedé ayudando un poco pues estaban algo atrasados. Mientras lavaba unas cosas
escuché a una abuela ofrecerse para picar las cebollas. Comentó que le gustaba
hacerlo pues aprovechaba el momento para llorar por otras cosas, sin tener que
disimular. Algunos rieron mientras ella explicaba que había que aprovechar las
oportunidades. Una herida para gritar otros dolores o hasta un chiste que no
entiendes, para reírnos de otras cosas. Me quedé pensando en el asunto y tal
vez fue eso lo que me llevó a mover el Quijote, horas más tarde. Nadie puede
decirme, por cierto, que fue un error.
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