I.
Recuerdo un testimonio recogido por la Aleksievich.
El de una mujer durante la segunda guerra. Una soldado que se sentía poco útil
en tierra, pero que era muy buena nadadora. Quería salvar a alguien. Decía
sentir el llamado a hacerlo. Así, luego de un ataque sufrido en medio de la
noche, cerca del agua, ella ve la oportunidad de hacerlo. Entonces, se lanza al
agua, arriesgándose en medio de las ráfagas, e intenta rescatar a un herido. Con
gran esfuerzo se acerca a un cuerpo herido y lucha por llevarlo hasta la
orilla. Le cuesta hacerlo, por supuesto. Tiene miedo y por momentos piensa que
no logrará. Sigue la oscuridad y el ataque. Finalmente lo logra. La luz de una
bengala la ilumina brevemente. A ella y al cuerpo herido que ha rescatado. Un
gran pez herido. De tamaño humano y dañado también bajo el ataque. Un besugo,
creo que se señala en el testimonio. Eso es lo que recuerdo.
II.
Mi testimonio en cambio es más simple. No he sido
soldado ni participado en guerras. Soy poco útil tanto en tierra como en agua.
Ya he dejado de creer que pueda salvar a alguien. Pez u hombre, no hay
diferencia. Tal vez salvarse uno mismo es lo máximo a lo que aspiro. Suena egoísta
dicho así, aunque lo cierto es que no me interesa salvarme a mí mismo, para mí
mismo. En la orilla espero que hayan otros. Sé que hay otros. No puedo
salvarlos, pero puedo salvarme para llegar a ellos. Eso es lo que creo y por lo
tanto ese es mi testimonio. Luego ya se verá.
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