I.
No recuerdo en detalle, pero supongo que fue un
juego.
Una broma cruel tal vez, pero broma al fin y al
cabo.
Yo fui el más perjudicado, según dicen, pero
recuerdo el dolor como algo vago.
Una herida que me abrió los labios, tras poner sobre
mi boca un carbón encendido.
Un carbón que alguien, ayudado con tenazas, dejó caer
sobre mí, mientras estaba dormido.
II.
Me explicaron que debió ser un accidente.
Que quisieron acercar el carbón para que respirase
el humo, y que cayó de pronto, sobre mí.
Bromas parecidas eran comunes así que el asunto
quedó en nada.
Yo pasé un par de días en el hospital donde me
alimentaron por un tubo.
Luego lo seguí haciendo igual, por diez días, pero ya
en mi propia cama.
III.
El padre del chico que me hirió me visitó varias
veces.
Se llamaba Isaías, era vidriero y tenía seis hijos.
Quien dejó caer el carbón era su quinto hijo, cuyo
nombre no recuerdo.
Cuando pude volver a comer me visitaron todos ellos
y trajeron torta.
Tras comer, el padre me ofreció que golpeara a uno
de sus hijos; yo podía elegir.
IV.
Como no golpee a nadie fue el propio padre que
golpeó a uno de sus hijos, frente a mí.
No recuerdo bien la escena, pero supongo que golpeó
al que me arrojó el carbón.
Fue un golpe fuerte, que rompió la boca del niño,
quien cayó a un costado.
Luego se disculpó nuevamente, se despidieron al unísono
y se fueron del lugar.
Nunca volví, según recuerdo, a saber de ellos.
V.
No sé bien por qué me siento culpable al recordar
aquello.
La situación se desvanece, pero la sensación es
fuerte y no decae en lo absoluto.
Repaso mi actuar para encontrar la falta y no me
decido bien por una acción específica.
Aunque tal vez es justamente por la falta de esa
acción.
O por desaprovechar la oportunidad, que me dio
aquella vez, el supuesto accidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario