Ese pastel no va a comerse solo.
Alguien dice esa frase, en algún sitio.
Yo escucho la voz, y busco.
En principio, no tengo claro qué busco.
Y es que no busco el origen de la voz.
El pastel, tal vez, es lo que busco.
Ese pastel no va a comerse solo, me digo.
Pero admito que no sé, realmente, qué es ese
pastel.
Algo que no se come a sí mismo, es lo que es.
Tras no encontrarlo, sin embargo, comienzan las
dudas.
Y es que tal vez, estimo, el pastel no está por
alguna razón.
Y el comerse a sí mismo, es una más, de esas opciones.
¿Quedará algo, después de todo, si algo se come a
sí mismo?
¿La boca que come, por ejemplo, o el tubo digestivo?
¿Puede devorarse entera la serpiente que se muerde
la cola?
Una vez en el colegio hicimos un experimento
parecido.
Aislamos un lugar y dejamos algo comestible.
Se comió a sí mismo, por supuesto, pero hubo
restos, esa vez.
Tal vez es cuestión de tiempo, simplemente.
Después de todo, es malo apurar la digestión.
Los dientes desgarran la carne, sin importar quién
sea el dueño.
Ese pastel no va a comerse solo, me dijeron una
vez.
Y me mintieron esa vez, como tantas otras veces.
Después de todo, el pastel desaparece.
Y el corazón del mundo se contrae como un puño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario