M. estaba arreglando una máquina para cortar el
pasto y se cercenó un dedo.
El anular de la mano derecha, para ser exactos, que
quedó atrapado entre las cuchillas de la máquina.
Por un momento, en medio del dolor, M. pensó en ir
por hielo y llevar su dedo al hospital por si se podía hacer algo.
Luego pensó que lo
que ha de hacerse ha de hacerse de todas formas.
No sabía bien qué significaba la frase, pero lo
cierto es que fue al doctor
principalmente para frenar la hemorragia.
Le pusieron una prótesis fija, sin mayor movilidad,
que podía utilizarse como una especie de guante.
Intentando encontrarle sentido a lo ocurrido llegó
a pensar que perder un dedo podía ser una especie de ensayo.
Un ensayo antes de perder otras cosas. O antes de
perderlo todo.
Dándole vueltas a esa idea, M. pensó en hacer una
lista donde iba a anotar todo lo que podía perder.
Pasaron días, sin embargo, y la lista seguía en
blanco.
Finalmente, tras cortar el pasto (que había crecido
más de lo habitual luego del accidente), anotó en la lista los dedos de las
manos que le quedaban.
Luego no volvió a pensar en aquel asunto.
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