En el antiguo Egipto los faraones momificaban a sus
gatos.
Mi vecino también lo hace unos miles de años después.
No es faraón ni mucho menos, pero envió su gato
donde un taxidermista.
Este último, al parecer, no escatimó en relleno,
pues sin duda el gato me pareció más gordo.
Lo tuvo unos días dentro de casa, pero finalmente quiso
utilizarlo en el jardín, para ahuyentar unos pájaros.
Ahí fue cuando lo vi.
Estaba en el medio de su jardín y, tal como dije,
se veía más gordo.
Tres días después resultó que al gato se lo habían
comido los pájaros.
Lo habían picoteado y se habían comido casi todo el
relleno.
Entonces, mi vecino recogió los restos que quedaban
y se dispuso a enterrarlo.
Vino a mi
casa y me pidió una pala.
Luego preguntó si podía ayudarlo con eso.
“Eso”, por supuesto, era enterrar al gato.
Así lo hicimos.
Cavamos una tumba y enterramos el cuerpo.
No hubo recuerdos ni buenos deseos, simplemente lo enterramos.
Si un día
tengo otro animal, dijo mi vecino, trataré
que sea uno que viva largos años, y que no dé problemas.
Desde entonces, por supuesto, no ha conseguido otro
animal.
Por las tardes, lo veo solo, junto al jardín,
sentado en una silla.
A la distancia, por cierto, pareciera que ha
engordado un poco.
Sobre su jardín, se observan algunos
pájaros.
Los días malos son necesarios
ResponderEliminarSon necesarios porque te hacen bajar.
Bajar de ese ego en el que te elevas por un tiempo que no cuentas porque no te das cuenta,
solo lo notas hasta que llegan éstos dias, los malos.
Te hacen reflexionar de muchos de tus actos, actos y pensamientos.
Aveces estos días son tan malos que te inestabilizan, pero está bien, porque te devuelven a esa alma sincera, la llena de amor y fragilidad.
Es rico sentirse así, reflexionando.
Pensando en todos los cambios que quedan por hacer.
También piensas en cosas que no habías meditado antes.
Son necesarios, necesitas caer de vez en cuando.
Es rico caer.