I.
Se escuchan helicópteros.
Desde hace unos días se escuchan helicópteros.
Volando bajo, los escucho.
Como si buscasen algo.
Como si estuviésemos atrapados, imagino, entre
escombros.
Día y noche, sobrevuelan el sector.
Por esto, intento ver si ocurre algo.
Algún incendio o delito o cualquier cosa extraña.
Pero todo está en orden, me parece.
Lo único extraño son los mismos helicópteros.
II.
De noche, los helicópteros llevan focos e iluminan
el sector.
A veces la luz ha llegado hasta mi casa, aunque se
aleja rápidamente.
No hay referencia en las noticias y nadie parece
tener pistas al respecto.
Le pregunté, de hecho, a unos vecinos y nadie sabía
nada del asunto.
En el almacén de la esquina se agotaron unos
tapones para los oídos, que tenían en venta desde hace años.
III.
Debe ocurrir algo que nosotros no sabemos.
Suena obvio, pero la situación me parece grave.
Probablemente vive entre nosotros.
No sabemos desde cuándo.
Puede estar escondido, me digo, en cualquier sitio.
Esto es lo que me parece grave.
IV.
Se acercó tanto un helicóptero que el viento
arrancó las hojas de mi limonero.
Luego se elevó, como si nada.
Traté de ver dentro, pero los vidrios del
helicóptero estaban polarizados.
Creo que lo mismo le ha sucedido a otros vecinos.
V.
Decidimos organizarnos y hablar todos sobre el
asunto.
Yo pensaba que haríamos una protesta o algo
similar.
Extrañamente, resultó que no todos están en contra.
Por ejemplo, hay quienes se sienten más seguros,
con los helicópteros.
Otros, en tanto, se han acostumbrado a ellos, y ya
ni les afecta su presencia.
Por ello, finalmente decidimos fijar una nueva
reunión para la próxima semana.
Después de todo, puede que se vayan estos días y no
sea necesaria reacción alguna.
Cuando volvía a casa, sin embargo, observé a un niño recogiendo piedras.
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