Por estas calles pasan unos niños rompiendo
vidrios, de vez en cuando.
O rompiendo ventanas, más bien.
Es el único problema que tenemos.
Me refiero a que no hay robos, ni violencia, ni grandes
problemas de droga, por ejemplo.
Solo tenemos a esos niños.
Creo que son tres.
Yo los vi correr una vez, tras romper los vidrios
de un vecino.
Llamamos a la policía esa vez, pero no quisieron venir.
Y es que dos veces ya habían venido, pero no se
toman en serio lo de los vidrios.
Además nunca hemos tenido un herido y nadie puede
describirlos de manera clara.
Algunos vecinos pusieron cámaras y hasta se
consideró la posibilidad de contratar guardias, pero después de todo es más
barato volver a comprar vidrios.
De hecho, creo que a nadie le ha tocado todavía dos
veces.
A mí, de hecho, ni siquiera me ha tocado.
Por lo mismo, a veces siento que sospechan de mí, o
de los pocos que quedamos con los vidrios intactos.
Tanto es así que incluso he considerado romper mis
ventanas.
Quebrar mis propios vidrios, como dice una canción no
hecha de los Dug Dug´s.
Espero no hacerlo, de todas formas.
Además, es posible que me toque esta semana, o tal
vez la próxima.
Saber cuándo es el único problema real que tengo.
Cambiar los vidrios es sencillo, después de todo.
Puedo permitírmelo, digamos.
Puedo permitírmelo.
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