Cuando lo del coro se volvió un trabajo comenzaron
los encargos raros. Yo se los advertí, pero nadie me escuchó ante la
posibilidad de ganar algo de dinero extra. Fue así que trabajamos en la
grabación de un comercial de comida para gatos y hasta tuvimos que vestirnos con
ropas de látex para cantar en el recital de un grupo punk que mezclaba en su estética
el porno barato, el cine expresionista y la ciencia ficción. Fue después de eso
que votamos para proyectar nuestro futuro y terminó renunciando Marcela, Franco
y Tamara, y quedamos a un voto de separarnos totalmente. Y claro, yo había
estado tentado de dar ese voto, pero finalmente accedí a intentar con un último
proyecto que me pareció, en un primer momento al menos, como más desafiante en
lo que a técnica vocal se refería. El trabajo nos lo propuso un chico recién
titulado en composición que quería montar una creación en que el coro
trabajaría solo con ruidos. Nada de palabras, me refiero. Solo ruidos breves
durante las dos horas y media que duraba la obra. Trabajamos cerca de tres
meses en ese proyecto. Los últimos tres meses, por cierto, en que estuvimos
juntos. Un trabajo terriblemente difícil ya que parecía imposible memorizar
esos ruidos inconexos y sin significado alguno. En mi caso tuve que inventar
fórmulas para memorizar y codificar todo, pero demoré varias semanas en que
comenzaran a dar resultado. Y no hablemos de encontrarle un sentido, que
ninguno de nosotros aspiraba a tanto. Fue como desarmar una máquina, ese
trabajo. Desarmarla y no rearmarla ni crear otra, con las piezas, pues la obra
final ni siquiera nos resultaba armónica. Fue así que durante el proceso
desaparecieron Juan, Fernando y Mónica, y estuvimos a punto de buscar un
reemplazo para Carlos, que era una de las voces principales y tuvo un colapso nervioso
a dos semanas de la única presentación que realizamos. La presentación la
realizamos ante unas cicuenta personas en el auditorio central de una
facultad, donde los aplausos se los llevó únicamente el compositor, que se
graduó con honores a partir de ese trabajo absurdo. Nosotros simplemente
cobramos y dividimos el dinero, días después. No fue necesario votar para saber que no
volveríamos a trabajar en esto. Ismael lloró un poquito y Camila me besó en los
labios, cuando nos despedimos. Nunca volvimos a vernos, desde entonces.
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