“A veces parece una obra de teatro.
No sé si muy buena o muy mala.
Pero sí muy vista”
En ese taller preparan siempre la misma obra de
teatro. Año tras año, hace al menos seis. Cambian los integrantes del taller,
por supuesto, pero nada más cambia. En mi caso, como viajo siempre a ese lugar he
visto la obra cinco de las seis veces que la han montado. Es una obra de Ibsen,
no muy conocida, de siete personajes. Hablé con los encargados del taller y me
contaron que la repetición se debía al proyecto a partir del cual obtenían los
recursos. Y es que siempre postulaban a partir de los mismos documentos. En
estos, argumentaban la necesidad de montar esa obra por la temática y el aporte
que podría suponer tanto para quienes participaban activamente en ella, como
para los posibles espectadores. Seis semanas de preparación. Dos funciones.
Siempre es lo mismo. Funciona durante el tiempo de verano y al taller asisten
aquellos jóvenes y adultos que no saldrán en la temporada. El único requisito
que imponen los talleristas es que no se repitan los participantes del taller,
por lo que cada vez les ha costado más ir llenando los cupos entre los posibles
interesados. De hecho, este año han permitido a una chica repetir el taller
aunque no el papel que representa. Al parecer, hace dos años fue la
protagonista y en esta temporada le tocó ser la hermana mayor de su antiguo
personaje. En mi caso, para no ser menos, suelo sentarme siempre en el mismo
lugar, para presenciar la obra. Además, compro una jarra de vino y unas
sopaipillas que vende siempre la misma señora. Junto a mí se sentaba un hombre
mayor que según me cuentan murió este año, solo hace algunas semanas. Veamos si
algo cambia esta vez, me dice la persona que se sentó en el lugar del viejo,
justo antes que empiece la obra.
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