Habíamos tomado unas cervezas y ella me estaba
mostrando una foto, de cuando era pequeña. En la imagen tenía la misma
expresión que ahora, un poco indiferente, o hasta aburrida, como si alguien la
obligase siempre a estar en un lugar donde no quiere estar.
-En ese entonces –me dijo-, mi mamá me llevaba todas
las mañanas al jardín en bicicleta… Era un viaje largo, pero por calles casi
vacías… todo tranquilo. Yo iba simplemente sentada en una especie de parrilla
que estaba sobre la rueda de atrás… Cuando lo pienso ahora, sin embargo, no lo
recuerdo como algo bueno… Y es que creo que en el fondo esos viajes me
malacostumbraron…
-¿Te malacostumbraron…?
-Sí… -confirmó-, me refiero a que no tenía que
pedalear ni esforzarme en lo más mínimo… Imagínate, todos los días por dos años
simplemente tuve que sentarme ahí y dejar que ella pedaleara… nada más…
-Pues no parece tan malo…
-Es malo por lo que produce… -dijo algo molesta-,
porque en el fondo te hace un daño…
-¿Un daño a futuro? –pregunté.
-Puede ser… pero incluso en ese tiempo yo ya iba algo
molesta…
-¿En la bicicleta?
-Claro… Puede que las primeras veces disfrutes el
viaje, pero luego te das cuenta que algo va mal… que no eres tú la que se está
moviendo…
-Pues no sé –dije entonces-, yo creo que exageras
un poco… No has pensado que en esa condición debes al menos mantenerte firme… no es un
viaje totalmente gratis, me refiero… tienes que equilibrarte allá arriba… sujetarte bien ya que
si no te caes y…
-No –me interrumpió-. Sujetarte no es moverte… ese
es solo tu propio peso…
-…
-Supongo que no entiendes -concluyó.
-Supongo que no –le dije, mientras ella guardaba la
foto.
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