Ayer se cumplió un año desde que desapareció el
hombre que leía los manuales.
No escribiré su nombre, porque nunca lo llamamos
así, y sería falso comenzar a hacerlo ahora.
Fue pareja de una prima, que trabajó con él en la
misma empresa, lugar donde justamente le pusieron ese apodo.
Era una empresa que vendía distintos productos
importados, por lo general artículos eléctricos de cocina u otros similares, casi
siempre al por mayor.
Y claro, el hombre que leía los manuales, además de
vender, era justamente quién hacía lo que su nombre indicaba.
Esto consistía en leer detalladamente cada uno de
los manuales que acompañaban los productos, para luego explicar a los otros
vendedores, de manera práctica y más breve, cómo era su funcionamiento.
Mi prima lo presentó como pareja en una cena de
navidad, donde justamente el hombre que leía los manuales leyó las instrucciones
de unos productos que nos habían regalado esa misma noche.
Recuerdo que lo leyó de forma seria, profesional incluso,
detallando cada uno de los pasos e indicaciones y hasta haciéndonos una pequeña
demostración.
En ese momento creímos que bromeaba, pero luego comprendimos
que ese era realmente su carácter y tratamos de evitar las burlas u otros comentaros
que pudiesen hacerlo sentir mal.
De todas formas, solo volvimos a ver al hombre que
leía los manuales un par de veces más, pues pronto mi prima lo dejó por otro
compañero de trabajo, y solo nos enteramos que desapareció por un comentario al
pasar, dicho por mi prima en una reunión familiar, hace un par de días, como
algo sin importancia.
-Mañana se cumplirá un año desde que la empresa
necesita a alguien que lea y resuma los manuales… -fue lo que ella dijo.
Y claro, luego nos contó que el hombre aquel desapareció
sin más. Dejando todas sus cosas en el lugar donde vivía y sin enviar una carta
o una explicación a alguien.
-La empresa –dijo finalmente mi prima-, puso por
meses un anunció que si bien era para contratar a alguien, nosotros lo leíamos
como uno de esos para personas perdidas: “Se busca hombre que lea manuales”, decía
el anuncio. Nunca nadie apareció.
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