Fui a verlo porque me contaron la historia y llamó
mi atención.
Se trataba de la figura de un Cristo, en una
iglesia pequeña, que luego de un terremoto se quebró y quedó clavado en la
cruz, pero con la impresión de que estuviese levantando los hombros.
Tras lo ocurrido, varios parroquianos pidieron inmediatamente
que cambiaran la figura –o al menos la quitaran mientras llegaba una nueva-, pues
no era posible que incluso Dios levantara sus hombres ante nuestras consultas o
peticiones.
El padre de ese entonces, sin embargo, se sirvió de
la posición de la figura para sus sermones, destacando la idea de que éramos
nosotros mismos los encargados de resolver nuestras preguntas, buscando las respuestas
en el corazón del hombre, donde habitaba también Dios, quien respondía por
nuestra propia boca, si así lo permitíamos.
Esas mismas ideas fueron escritas en un cartel que
quedó en ese entonces bajo el Cristo, junto a una serie de mensajes,
agradecimientos y peticiones que fueron llevando los fieles hasta los pies de
la figura.
De esta forma, la figura ha ido cobrando cada vez
más adeptos, algunos de los cuales aseguran que incluso han sucedido unos
cuantos milagros a partir de las peticiones al Cristo que se levanta de
hombros.
Uno de ellos dice relación con la recuperación de
la voz de una mujer que la había perdido.
Ella es, por cierto, quien me cuenta detalles de la historia y me hospeda en su
casa, por estos días.
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