F. tiene una especial forma de creer. Yo pensé que
bromeaba cuando lo explicó, pero sus amigos me confirmaron que aquello que
contó era cierto. Lo dijo en un bar, luego de tomar unas cervezas esperando que
apareciera un amigo que al final no llegó. Comenzó de improviso, luego de mirar
un rato su celular.
-Hay que afirmarse en algo para creer –señaló entonces,
sin que viniese a cuento-. Por ejemplo, en el celular tengo una aplicación que
me informa del tiempo. O sea, me informa del tiempo actual y predice el de los
próximos días en base a porcentajes…
-¿Porcentajes? –pregunté, sin entender aun de qué
me hablaba.
-Me refiero a que predice que, por ejemplo, hay un
posibilidad del 50% de que llueva el día de mañana.
-Entiendo –dije yo.
-El punto en todo caso es que a mí, por ejemplo, me
gusta la lluvia –continuó-, y como además intento reforzar mis creencias, he
decidido orar para que llueva…
-¿Y qué tiene que ver la aplicación del celular…? –pregunté.
-Mucho –dijo ella-. Pues yo rezo por lluvia solo
cuando veo que hay un porcentaje de 80% o mayor.
-Ya… -dije yo, sin saber si hablaba en serio.
-Digamos que aseguro ciertas posibilidades…
-intentó explicar-. Por otro lado, hay días oscuros que apenas me atrevo a
pedir con un 90%... ya sabes, para no arruinar la fe…
-Entiendo –dije.
-Y claro, también hay días buenos en que me
arriesgo con un 60% o hasta menos…
Yo asentí.
Entonces ella siguió hablando del tema un rato más
y luego supongo que nos aburrimos y cada
uno se fue por su lado.
Mientras caminaba a casa comenzó a caer una lluvia
suave.
Ok. Yo también podría orar, pero sólo para que no se me acabe la batería del celular. Porcentaje? Inversamente proporcional al que me queda de la bat multiplicado por el tiempo de regreso a casa o la probabilidad de que alguien X me preste un cargador en un lugar Y.
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