"Y diré a No-mi-pueblo:
Tú mi-pueblo,
y él dirá Mi Dios"
Oseas 2, 25.
I
Una cosa que recuerdo es que ella estaba orgullosa que –según sus
palabras-, nunca nadie hubiese sentido compasión por ella.
Lo dijo una vez mientras bebíamos en un bar, luego de las clases en la
Universidad. Como si provocar compasión fuese un acto indigno y hasta
humillante. Fue esa vez, según recuerdo, que le inventamos una canción –un intento
de cueca, más bien-, que llamamos “La no compadecida”.
II
No recuerdo bien la letra de esa canción, pero sí recuerdo que, tras
algunas presentaciones musicales en el campus, ella nos manifestó su molestia.
Y es que si bien la canción era seria –o intentaba serlo-, ella creía
que nos estábamos burlando a través de su letra, y que solo ocupamos su
historia, con el fin de avergonzarla.
Por lo anterior, ella nos exigió que destruyéramos cualquier tipo de grabación
o documento donde figurase esa canción.
Lo dijo de tal forma que lo cierto es que le hicimos caso, finalmente,
porque nos compadecimos de ella.
III.
Compadecerse de la no compadecida.
Eso fue lo que ocurrió, literalmente.
No volvimos a hablar con la chica, pero fui compañero suyo en un par de
ramos que tomamos con el mismo profesor.
Fue entonces que, de pronto, ella dejó de venir a la Universidad y no
volvimos a verla nunca más.
Una amiga en común me contó, sin embargo, que tuvo trillizos, y que el
padre era un estudiante de intercambio chino que se llamaba Wong.
Dicho estudiante, por cierto, se quedó en Chile y hoy trabaja para una
universidad privada, en un departamento de lingüística.
Cuentan que se casó con una mujer que amaba realmente a otro y que lo
engaña abiertamente.
No sé nada más de sus historias, ni elaboro conjeturas.
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