-Soñé que saltaba del uno al dos –me dijo-. Soñé que saltaba del uno al
dos y era lindo.
-¿Lindo? –pregunté yo.
-Sí, era lindo -contestó.
-¿Qué era lindo? –insistí.
-Saltar del uno al dos -señaló.
-No po, hueón –le dije-. ¿Por qué era lindo saltar del uno al dos?
-No sé bien –dijo entonces, intentando explicar-. Supongo que era lindo
saber que el uno y el dos eran terreno seguro y que uno podía confiar en ellos…
-No entiendo… -interrumpí-, ¿confiar en ellos para qué?
-Pues de nuevo me cuesta explicar, pero supongo que la confianza es
para poder cruzar aquello que hay entre el uno y el dos… como cuando avanzas
por el borde de un río saltando de piedra en piedra…
-¿Y entonces tienes que seguir al tres?
-No –me dijo-, la idea no es seguir saltando de número en número…
-Pero tú mismo dijiste –interrumpí-, que era como cruzar un río… de
piedra en piedra…
-No lo dije bien entonces… -se excusó-, es avanzar, pero no cruzar… me
refiero a que no llegas al otro lado…
-Pero avanzar también supone un camino, un…
-No –me interrumpió-. Tú puedes avanzar del uno al dos y después del
dos al uno…
-¿Y por qué preferiría hacer eso en vez de buscar otros números? –le pregunté,
finalmente.
-Porque te da una sensación de seguridad –me dijo-. Y eso es lindo,
nada más.
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