Rosita tiene un pulpo de mascota.
Se lo ganó en un concurso en el que ella debía inventar
una historia.
Su historia era breve, pero tenía un argumento
interesante.
En dicho argumento, un pulpo se enamoraba al mismo
tiempo de cuatro seres distintos del fondo del mar.
Una estrella de mar, cierto tipo de cangrejo, un
pez amarillo que brillaba bajo el agua y una medusa pequeña.
Por suerte para el pulpo, al tener cuatro pares de brazos,
podía alcanzar a abrazar a cada uno de esos amores, sin mayores dificultades.
Además, cada uno de estos abrazos parecía contentar
a la totalidad de esos seres, quienes no le exigían, al menos en principio,
nada más.
Avanza sin embargo la historia, y vemos que las parejas del pulpo averiguan que este
tiene solo tres corazones… Y claro, comienzan a pensar y hasta a discutir sobre
quién se queda sin uno de ellos.
Extrañamente, tras una breve discusión, las cuatro
parejas del pulpo parecen perder interés en este asunto y ceden su derecho unas
a otras, como si se tratara de un juego.
Esto sigue ocurriendo, por cierto, hasta que
termina la historia.
Ya fuera de esa historia –y como producto de ella,
por cierto-, volvemos ahora a Rosita, quien tiene un pulpo de mascota.
Lamentablemente para ella, no es fácil tener un
pulpo de mascota, pues tras unos días en cautiverio el pulpo en cuestión se
intoxica en su acuario, y ella lo encuentra muerto, al despertar una mañana.
Desde entonces, Rosita tiene un pulpo muerto, de
mascota.
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