-¿Sabías que J. puede jugar al ajedrez con los ojos
vendados? –preguntó ella.
-No –dijo él.
-Pues el otro día hicieron un campeonato en el
colegio y ahí lo vi… había un montón de gente mirando…
-A la gente le gusta mirar hueás –interrumpió él.
-¿No lo encuentras genial…?
-En realidad no entiendo qué gracia tiene…
-¿Lo dices en serio? –preguntó ella.
-Sí… de verdad no entiendo para qué lo hace… -dijo
él-. Además aunque viera las piezas en el fondo no estaría viendo nada…
-¿A qué te refieres…?
-A que son representaciones… aunque mires las
piezas igual no ves nada real…
-No te entiendo.
-Me refiero a que las mires o no las mires igual
estás viendo en la mente la realidad de esas piezas…
-¿La realidad de esas piezas…? –preguntó ella.
-Sí… -dijo él, intentando explicar-. ¿O acaso ves
una reina cuando miras la pieza que representa la reina…?
-¿Una reina real?
-Sí… eso dije… Lo que pasa es que da lo mismo si
cierras los ojos o no, igual nunca ves una reina real… siempre está en tu mente la realidad del juego…
-Pero el juego es real –alegó ella-. Tiene un
tablero, piezas que se pueden tocar…
-Pero las piezas representan cosas que no están ahí…
-se defendió él-, y siempre haces ese ejercicio en tu mente… la vista no sirve
para ese ejercicio…
-Pues en la mente tampoco te acercarías a lo real…
-¿Por qué no? –dijo él.
-Porque la reina real de tu mente, tampoco sería en
realidad la reina… ¿o uno ve la misma reina cuando comprende la
representación…?
-Pues no sé –dijo él, intentando no alargar el
tema-. Lo cierto es que jugar con los ojos vendados me parece una hueá… y no me
interesa argumentar más…
-Pues yo creo que son celos –dijo ella, acercándose
a él-. Simplemente celos.
-Puede ser –aceptó él-. Pero de todas formas no sé
si son simples.
-¿Tablas, entonces? –propuso ella sonriendo.
-Tablas –dijo él.
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