I.
Escuché voces y fui a ver.
Estaba en medio de un bosque, en la montaña.
Tras caminar unos minutos encontré un pozo, desde
el que venían las voces.
Entonces miré dentro y vi en el fondo a dos hombres
que gritaban.
Apenas los distinguía, por la profundidad, en el
fondo de aquel pozo.
Ni siquiera se entendía qué gritaban.
Fue entonces que les hablé desde arriba y ellos me
escucharon.
¡Somos ciegos…!,
me dijeron.
¡Queremos
salir de aquí…!
II.
Tras intercambiar unos gritos me explicaron su
situación.
Al parecer uno había caído primero, y luego el
otro, intentando ayudar, también se había caído dentro.
No sabían cuánto llevaban en ese sitio.
Fuera del pozo, en tanto, encontré una cuerda lo
bastante resistente.
Al parecer, el segundo ciego la habría llevado para
intentar sacar al primer hombre.
No sé qué habré pasado entonces, pero el caso es
que ahora ambos hombres estaban dentro y la soga estaba fuera.
III.
Me ofrecí entonces a ayudarlos y amarré un extremo
de la soga al árbol más cercano.
Entonces, les avisé a los hombres que les arrojaría
el otro extremo y que bajaría a ayudarlos.
¡Mejor no
venga…!, me pareció oír en ese instante, desde el pozo, casi al mismo
tiempo.
Usted tiene
voz de ciego… Usted de seguro se queda acá abajo, con nosotros, me decía
uno de los ciegos.
Yo no supe qué decirles salvo explicarles que no
era ciego, aunque claro, tal vez se referían a que en el fondo del pozo, supongo
que todos perdemos la visión.
Por otro lado, tras amarrar la cuerda al árbol, me di cuenta
que, a pesar de lo larga que era, no iba a alcanzar para llegar al fondo del
pozo.
Mejor voy a
ir al pueblo y pedir ayuda, les dije finalmente, antes de irme.
Y claro, eso fue lo que hice, esa misma noche.
Informar en el pueblo, y pedir que enviasen ayuda.
Yo, sin embargo, me fui a los pocos minutos de haber avisado, sin
siquiera averiguar si los intentarían sacar, o si los dejarían en el pozo, a su suerte,
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