-Yo hablo del verdadero Quijote -dijo K.-, del que
se quedó dentro de la cueva de Montesinos. El que salió de ahí es falso y se
nota en varias cosas… por ejemplo, en su forma de hablar a Sancho, para
despistarlo. Recuerda bien lo que dice ese capítulo… Debe haber desamarrado al
verdadero y luego se ató él mismo, antes de pedir que lo sacaran de la cueva.
-¿Esa es tu hipótesis? –preguntó P.
-Para mí no es una hipótesis –dijo K.-, para mí es
la verdad misma. El verdadero don Quijote se quedó abajo, con un rubí y un
zafiro en cada bolsillo…
-¿Crees que don Quijote tenía bolsillos? –lo interrumpió
P.
-No –respondió rápido K.-, en realidad no lo creo,
pero me refería más bien a la idea de las pruebas… de demostrar la verdad que
había en esa cueva donde alcanzó a estar varios días…
-¿No estuvo solo una hora?
-Claro que no –contestó K., algo molesto-. Eso dice
Sancho, pero el verdadero Quijote habría podido demostrarle que no, fácilmente…
-¿Y por qué no lo hizo?
-Porque se quedó abajo y el que salió fue otro…
-dijo entonces K.-, ya te lo decía antes. El verdadero estaba abajo y supongo
que confiaba en que Sancho se daría cuenta del engaño y bajaría pronto a estar
con él.
-Pero Sancho no bajó –dijo P.
-No. No lo hizo –admitió K.
-¿Entonces don Quijote no supo ver bien la realidad
de Sancho?
-Sí… podría decirse que sí… esa es la realidad que
no supo ver, a fin de cuentas.
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