Éramos veinte, así que partí la torta en veinte
trozos.
Siempre me mandan a mí a partir las tortas.
Dejan los platos a un costado y siempre alguien se
ofrece a ayudar.
Quien ayuda, por cierto, simplemente reparte los
platos.
Para no confundirme, siempre pide que dispongan y
cuenten los platos.
Antes de servir la torta, me refiero.
Si la mesa es grande los extiendo y luego voy
sirviendo de uno en uno.
Por lo general, mi cálculo es exacto y el último
trozo viene a ocupar el último plato.
Ocurre sin embargo algo extraño cuando sirvo.
Y es que luego de servir a todos siempre sobra un
plato.
No piensen que es el mío, ese también lo separo.
No digo nada del asunto, pero observo en silencio y
voy fijándome que todos tengan el suyo.
Es decir cuento los comensales, cuento los platos,
y todo está bien, salvo que sobra un plato y una porción.
Es un fenómeno extraño y tal vez poco importante,
pero es real, y se repite siempre.
He tratado de pensar en un significado, pero no se
me ocurre ninguno.
Por lo demás, cuando retiran los platos vuelvo a
contar los veinte (en este caso) y nada ocurre.
No creo en lo paranormal.
No creo en el amor como un sentimiento
trascendente.
Hoy por hoy ni siquiera sé si creo en dios o en
algo similar.
A pesar de todo esto, siempre sobra un plato y una porción
de torta.
¿La quiere usted, querido lector?
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