Fui porque estaba en una lista de un encuentro que
no se realizó.
Debíamos ser diez y estaba solo.
Una universidad había organizado esto desde hacía
meses, pero le falló el cálculo y reservó los hoteles en fechas equívocas.
Por otro lado, la cena en el restaurant se encontraba pagada para
diez personas que estaban en la lista.
Yo era el décimo y tenía derecho a gastar el total,
aunque sin invitar a nadie más.
Entonces fue que comencé a pedir lo más caro del
menú, incluyendo un vino que costaba prácticamente mi sueldo mensual.
Minutos después llegó el mozo con el vino.
Se paró a un lado y me mostró la etiqueta de la
botella, igual como cuando sacan la billetera, y te muestran con orgullo la
foto de algún hijo.
-No se parece a usted –le dije.
El mozo no entendió así que pidió que probara el vino.
Tal vez pensó que estaba borracho, cosa que por lo demás era
relativamente cierta, pues ya había tomado tres aperitivos.
Me tomé la botella a solas y luego otra más.
Debe haber sido entonces que me percaté que tenían como adorno, en una
sala alterna, algunos animales embalsamados.
Llame al mozo y le indiqué hacia donde estaban.
-Quiero uno de esos –le dije.
En vez de explicarme que no se podía el mozo me hizo una única
pregunta.
-¿Por qué? –preguntó.
Me descolocó, pero contesté de igual forma.
-Porque tienen un hombre adentro –creo que le dije.
No sé bien por qué lo dije, pero lo cierto es que tras mirar a esos
animales me pareció sentir que tenían algo así como ojos de hombre… o humanidad
dentro… no sé bien cómo explicarlo.
-Es cierto –se limitó a decir el mozo, antes de traerme la cuenta.
No es que debiese pagar –ya les había dicho que era gratis-, pero debía
firmarla antes de irme.
Y claro, eso hice.
Antes de irme, en todo caso, el mozo me entregó, envuelto para llevar,
uno de los animales que estaba embalsamado.
Era una especie de ardilla, de ojos grandes.
Ahora está al lado del computador, mientras escribo.
Uno de los dos, al menos, contiene humanidad.
Una ardilla... pues eso soy yo.
ResponderEliminar