“Ningún hombre dirá: es moral que la
piedra caiga.
Pues bien, el hombre sabe, y esto tampoco
es moral”
F. N.
Siempre que quiero quemar mi dinero para ser libre,
descubro que no tengo nada para quemar.
Es más, a veces ni siquiera tengo fuego.
Entonces, mientras desciende el deseo de libertad, comienzo
a sentirme culpable.
Culpable por querer quemar el dinero que no tengo.
Así, la culpa me hace ver el acto liberador como el
acto egoísta supremo.
Sacrificar para mi propia libertad el premio al
esfuerzo y el trabajo de cada uno de los seres humanos.
¡Pobres seres humanos…!
Eso pienso y hasta sufro un poco y entonces
quisiera sacrificar algo por los hombres.
Y como no tengo qué sacrificar, escribo.
Ese es mi método creativo, digamos.
Entonces, mientras escribo, percibo que las palabras se
sostienen en un equilibrio precario.
Por un lado el abismo de la vanidad, al escuchar
mis propias palabras.
Por otro, el abismo del absurdo, por arrojar
semillas en el desierto.
¡Por suerte no hay más lados…!
¡Por suerte no hay fuego…!
Tras eso, simplemente, la sensación de espera.
Sin esperanza, casi con indiferencia.
Una sensación que podría expresarse en una imagen:
Una piedra debe caer y no importa donde caiga.
Saber más resultaría inmoral.
Cualquier otra imagen, incluso, resultaría inmoral.
Ya no tengo certezas que quemar.
Miento.
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